Nada más que tú.
Lo que miras eres,
lo que aplaudes quieres
y si niegas, cedes.
Nada más que tú
en el espejito mágico
de la pantalla con luz.
Nada más que tú,
nada más que tú,
palmero de millonarios
jugando en calzoncillos,
de hipopótamos reparte-mierda
en horas de máxima audiencia
con el rabo-ventilador
en el río de la ineptitud.
Tú,
y nada más qué,
las preguntas del por
en el antes o el después.
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