La escala de valores a nivel institucional ya estaba abajo del todo, hacer a los ciudadanos más tontos solo podría servir para que no pudieran cumplir sus cometidos. Había que meter a todo el mundo dentro de un sistema participativo de fraude.
Pusimos un chip en los cajeros para que de cuando en cuando expulsaran algún billete, rechazando el ingreso, con la leyenda de
"Le agradeceríamos que no volviera a introducir este billete"
Funcionó de maravilla. La mayoría, prácticamente el 99,99, decidía volver a colocar el billete en la cartera y usarlo en cualquier compra de pequeño comercio que no dispusiera de detector de papel moneda falso. Lo mejor de la jugada era que los billetes eran auténticos, lo importante era que los usuarios creyeran que eran falsos y que los pusieran en circulación, convirtiéndose en cómplices de los estafadores a nivel mental. Los billetes atacados eran de cualquier importe,, sin que nadie pudiera apreciar su falsedad con los ojos o los dedos, porque sencillamente, no eran falsos, eran auténticos.
Eran tan auténticos como el afán defraudador de los que creían que estaban pasando billetes falsos, aunque fueran verdaderos.
Aquel modo de pensar, fue la llave que condujo a una aceptación del verichip, que incrustado en los seres humanos estaría conectado a la cuenta bancaria y no habría posibilidad de fraude. Era una forma de librarse de la autoculpabilidad, y por ende, de ser más felices.
Este video de Chomsky es la primera manipulación,
pues el
verdadero
autor
es
Sylvaine Timsit
Quiero soñar en una utopía y pensar que desaparecen los billetes para todos para que se sobrevaloren más los valores humanos.
ResponderEliminarEchaba de menos tus publicaciones.
Besos.
Eché tus besos de menos
ResponderEliminarmás que echaste los míos de más,
mas que estoy diciendo....
¿A quién pretendo engañar?
¿A la musa enamorada?
¿Al lector circunstancial?
¿A ti, que me leerás de perfil,
esperando versos gritar:
"te quiero, te quiero más"?
He hecho unos versos
de dolor tremebundo
pero están muy verdes
para echarlos al mundo.
Mejor echamos risas,
mejor "hechamos" risas,
el hecho de echarlas
no olvida tu lecho
ni jugar con las palabras
alcanza a Segismundo.
En estas paredes enjaulado,
estos laberintos del cerebro,
estos ríos del corazón,
todo grita tu ausencia.