A Carmen
que luchaba desnuda a nuestro lado
recibiendo en su piel las heridas
que nuestras
armaduras evitaban.
A Carmen
que luchaba sola
cuando todos dormitábamos
A Carmen
que con sus pies ligeros
se alejó de nuestras pesadas botas
de nuestras armaduras oxidadas
de nuestros kilos en
sobrepeso.
A Carmen
que ni mochila porta y en su provisión de armas
tiene su profunda mirada.
A Carmen que hace
tanto que sabe
lo que nos gusta ignorar.
A Carmen de valor
almogávar
en este tiempo de pusilánimes
de ímpetu
espartano
en este tiempo de ilotas.
A Carmen que vive el
ahora
haciéndolo el siempre.
A Carmen que quizá será
herida en nuestro corazón
espina en nuestra mente
solape en nuestra vida
cuando el destino a Saturno
cruce
las líneas profundas.
A Carmen.
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