¡Por allá resopla!
El grito del vigía levantó todas las cabezas de la marinería buscando la mano del vigía señalando una dirección y luego, con la vista en el horizonte corrieron hasta la borda.
Un diminuto surtidor blanco se observaba en la lejanía de manera intermitente, brillando con los rayos del sol en contraste con el cielo gris.
El timonel movió la caña para ajustar la proa en la dirección correcta, pero el capitán, por motivos que escapaban a la tripulación, mandó arriar la vela mayor y el barco bajo la velocidad hasta que los surtidores se escondieron en la línea del mar.
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