Platón, Fedón,
-Pues bien,
amigo -empezó Sócrates-, se dice, en primer lugar, que la tierra se presenta a
la vista, si alguien la contempla desde arriba, como las pelotas de doce
pieles, abigarrada, con franjas de diferentes colores,. …………………………………….………….Pero
hay en ella, en toda su periferia, conforme a sus cavidades muchos lugares:
unos más profundos y más abiertos que aquel en que vivimos; otros son más
profundos, pero tienen la abertura más pequeña que la de nuestro lugar, y los
hay también que son menores en profundidad que el de aquí y más anchos. Todos
estos lugares están en mucha partes comunicados entre sí bajo tierra mediante
orificios, unos más anchos y otros más estrechos, y tiene asimismo, desagües,
por los que corre de unos a otros, como si se vertiera en cráteras mucha agua.
La magnitud de estos ríos eternos que hay bajo tierra es inmensa y sus aguas
son calientes y frías. Hay también fuego en abundancia y grandes ríos de fuego,
como asimismo los hay en grandes cantidades de fango líquido más claro o más
cenagoso, como esos ríos de cieno que corren en Sicilia antes de la lava, y
también el propio torrente de lava. De éstos, precisamente, se llenan todos los
lugares, según les llega en cada ocasión, a cada uno la corriente circular. Y todos
estos ríos se mueven hacia arriba y hacia abajo, como si hubiera en el interior
de la tierra una especie de movimiento de vaivén. Y dicho movimiento de vaivén
se debe a las siguientes condiciones naturales. Una de las simas de la tierra,
aparte de ser la más grande, atraviesa de extremo a extremo toda la tierra. Es
ésa de que habla Homero cuando dice:
Muy lejos, allí donde bajo tierra está el
abismo más profundo...
y que en
otros pasajes él y otros muchos poetas han denominado Tártaro. En esta sima
confluyen todos los ríos y de nuevo arrancan de ella. Cada uno de ellos, por
otra parte, se hace tal y como es la tierra que recorre. Y la causa de que
todas las corrientes tengan su punto de partida y de llegada ahí es la de que
ese líquido no tiene ni fondo ni lecho. Por eso oscila y se mueve hacia arriba
y hacia abajo. Y lo mismo hacen el aire y el viento que lo rodea. Pues le sigue
siempre, tanto cuando se lanza hacia la parte de allá de la tierra como cuando
se lanza hacia la parte de acá; y, de la misma manera que el aire de los que
respiran forma siempre una corriente espiratoria o inspiratoria, allí también,
oscilando al mismo tiempo que el líquido, da lugar a terribles e inmensos
vendavales tanto al entrar como al salir. Así, pues, cuando se retira el agua
hacia el lugar que llamamos inferior, las corrientes afluyen hacia las regiones
de allá a través de la tierra, y las llenan de una forma similar a como hacen
los que riegan. En cambio, cuando se retiran de allí y se lanzan hacia acá,
llenan a su vez las regiones de aquí, y en las partes que han quedado llenas
discurren a través de canales y de la tierra, y cada una de ellas llega a los
lugares hacia los que tiene hecho camino, formando mares, lagunas, ríos y
fuentes. De aquí, sumergiéndose de nuevo en la tierra, tras dar las unas
mayores y más numerosos rodeos, y las otras menos numerosos y más cortos,
desembocan de nuevo en el Tártaro, algunas mucho más abajo de donde se había
efectuado el riego, otras un poco solamente. Pero todas tienen su punto de
llegada más abajo que el de partida, algunas completamente enfrente del lugar
de donde habían salido, otras hacia la misma parte. Algunas hay también que dan
una vuelta completa, enroscándose una o varias veces alrededor de la tierra
como las serpientes, y que, tras descender todo lo que pueden, desembocan de
nuevo. Y en uno y otro sentido es posible descender hasta el centro, más allá
no, pues una y otra parte quedan cuesta arriba para ambas corrientes. Las
restantes corrientes son muchas, grandes y de todas clases, pero en esta gran
multitud se distinguen cuatro. De ellas es la mayor el llamado Océano, cuyo
curso circular es el más externo. Enfrente de éste corre en sentido contrario
el Aqueronte que, además de recorrer lugares desérticos y pasar bajo
tierra, a la laguna Aquerusíade, adonde
van a parar las almas de la mayoría de los muertos, y tras pasar allí el tiempo
marcado por el destino, unas más corto y otras más largo, son enviadas de nuevo
a las generaciones de los seres vivos. Un tercer río brota entre medias de
éstos, y cerca de su nacimiento va a parar a un gran lugar consumido por
ingente fuego, formando un lago, mayor que nuestro mar, de agua y cieno
hirviente. De allí, turbio y cenagoso, avanza en círculo y, después de rodear
en espiral la tierra, llega entre otras partes a los confines de la laguna
Aquerusíade sin mezclarse con el agua de ésta; desemboca en la parte más baja
del Tártaro, habiendo dado muchas vueltas bajo tierra. Este es el que llaman
Piriflegetonte, cuyas corrientes de lava despiden fragmentos incluso en la
superficie de la tierra allí donde encuentran salida. Y, a su vez, enfrente de
éste hay un cuarto río que desemboca en un lugar terrible y agreste, según se
cuenta, que tiene en su totalidad un color como el del lapislázuli. A este
lugar le llaman Estigio, y a la laguna que forma el río, al desaguar en él
Estigia. Tras haberse precipitado aquí, y después de haber adquirido en su agua
terribles poderes, se hunde en la tierra, avanza dando giros en dirección
opuesta al Piriflegetonte y se encuentra con él de frente en la laguna
Aquerusíade. Y tampoco el agua de este río se mezcla con ninguna, sino que después de haber hecho un recorrido circular,
desemboca en el Tártaro, por el lado opuesto al del Piriflegetonte. Su nombre
es, según dicen los poetas, Cócito. ..…………………………………………………
………. Pues
bien, oh Simmias, por todas estas cosas que hemos expuesto, es menester poner
de nuestra parte todo para tener participación durante la vida en la virtud y
en la sabiduría, pues es hermoso el galardón y la esperanza grande. Ahora bien,
el sostener con empeño que esto es tal como yo lo he expuesto, no es lo que
conviene a un hombre sensato. Sin embargo, que tal es o algo semejante lo que
ocurre con nuestras almas y sus moradas, puesto que el alma se ha mostrado como
algo inmortal, eso sí estimo que conviene creerlo, y que vale la pena correr el
riesgo de creer que es así. Pues el riesgo es hermoso, y con tales creencias es
preciso, por decirlo así, encantarse a sí mismo;
la tierra está sujeta a muchas fuerzas (radiaciones solares, ondas gravitacionales, fuerzas atmosféricas, etc) y el ser humano simplemente tiene que adaptarse a ellos para sobrevivir.
ResponderEliminartodo esto los antiguos lo intuyeron de alguna manera y trataron de explicarlo formulando varias hipótesis, hipótesis que los científicos del futuro desarrollaron y dieron forma debido a que tienen las herramientas adecuadas para hacerlo.
saludos.
La explicación de Platón, es algo más que intuición, es por lo menos, una capacidad que se nos escapa a nuestro entender. La descripción de Platón del doble toroide es precisa, y eso que el concepto del toroide es bastante moderno
Eliminarsaludos