Me quedo solo,
mis hijos no me quieren,
mi mujer se va.
Me quedan los años Leteos,
en donde todo se olvida
camino a ninguna parte,
o quizás a otra vida.
Yo, que trabajé tan duro
y me creí un triunfador,
me quedo solo,
Me desangré por ellos,
para darles todo,
pero algo salió mal.
Mi prepotente orgullo,
aquellos felices años
de los niños-bebes en brazos,
y los otros amargos
de cada cual a sus vivires.
Si mi mujer se va,
esos años Leteos que quedan
serán de lágrimas de olvidar.
Pues moriré de pie,
como los árboles de Casona,
o los budas gigantes en Afganistán.
Suplicaría perdón si me lo fueran a dar,
pero no quiero limosnas
de pedigüeño bajo las puertas
en la .Iglesia del Más Allá.
Muy triste tu poema, Rafa, pero no por ello menos bonito.
ResponderEliminarUn beso.
Cierto que es triste, y más triste aún cuando no hay voluntad de cambio, cuando, de haberla, la felicidad aún sería posible.
Eliminarb7s
muchas personas de la tercera edad harían suyas estas palabras y lo firmarían.
ResponderEliminarsaludos.
No sé si muchas, no sé si ni siquiera la protagonista del poema lo firmaría, es muy difícil ayudar a quien no se deja.
Eliminarsaludos
Ánimo.
ResponderEliminarLa grandeza de la empatía, es que puedes ser quien tu quieras, pero la voluntad se acerca más a quien lo necesita que a quien te reportaría mayor placer.
EliminarEl placer de ayudar está poco valorado en el infierno.