miércoles, 23 de noviembre de 2016

elefantotes

Había una vez un lugar en donde los elefantitos eran atados todas las noches  a grandes estacas clavadas en el suelo. Los amarraban allí con  una cadena de hierro y una argolla abrazando su tierna patita. Esto era así todas las noches, y luego también a deshoras, un rato por la mañana, un ratito por la tarde, y siempre los elefantitos tiraban y tiraban, se esforzaban hasta lastimarse la patita.
Y cuando su herida curaba, cada uno de los elefantitos volvían otra vez a tirar y tirar.
Y  unos antes y otros después, se rendían y ya nunca más se esforzaban.
Así, cuando los elefantitos se convertían en elefantotes, con fuerza para arrancar las estacas clavadas en el suelo, una estaca mental estaba clavada en sus ideas, tan profunda, que les imposibilitaba ejercer la fuerza física suficiente para arrancar aquel palo clavado en la tierra.





La Tierra-bola es una estaca
ejecutada por mente perversa.
Es un virus troyano, parásito
dentro del elemental esquema
en un mundo humano bello
con Dios en las alturas
y el demonio en el infierno.
Sí hay arriba y sí hay abajo
sea soneto, lira, terceto sea,
cuerdas de una guitarra,
o bóveda del paladar.
Arriba, levántate y anda,
abajo, calla y no te muevas.
Los elefantes equilibran,
la bola achatada pinochotea.




2 comentarios:

  1. De secta en secta voy y cada vez más mareado. Al fin y al cabo es gratis no como otras drogas. ¡Oh maestro Rafael, gracias por sacarnos de la secta esférica para acogernos en la chata y plana!
    Ebrio de conocer acudo a tu blog, y un poco resacoso parto, eso sí.

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    1. Con infinito placer leo tus letras, Más que vender nectar y ambrosía, tengo vino malo de taberna barriobajera.
      Es preferible brindar por lo que de compartir conlleva que venderse a unos buenos caldos en soledad.
      Preñados quedamos pues, ya veremos que unicornio o quimera nace de estas preguntas o respuestas.

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