jueves, 6 de enero de 2011

Me arrojaron los perros babilónicos
y dejé que me comieran.
Harto de tantas derrotas
hice de mi carne carroña
para sentir los desgarros de sus colmillos
ante el estímulo de sus amos,
me pelaron tanto los huesos
que cuando vino el amor para curarme
no encontró donde posar sus labios
que no me manara sangre.
Y fue el amor a mendigarles
mis restos no engullidos para restaurarme
y mendigó repetidamente
mendigó muchas veces
para paliar mi autodestrucción
y me juntó los trozos
en nueva barca de papiro,
porque hay mucho Nilo por delante
y todo el mar después.

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