Somos engranajes de una máquina invisible
y no vemos nada a un palmo de las narices.
No vemos el fin ni la función.
Estamos ciegos de ver
o somos ciegos desde el nacer?
Nadie al morir piensa que ya vivió,
todos se quedan con hambre,
todos invitados a un festín
y de la boda solo vimos
el arroz en el aire.
Todos con los estómagos vacíos
ante la expectación del banquete.
Con el brillo en los ojos
se nos llega la muerte.
Y nadie se quiere morir
las viandas van a salir,
solo tuvimos la ceremonia,
los abrazos buenos, los buenos deseos.
el ver pasar a los camareros
con las bandejas vacías
Toda vida es esperanza
Y por muy viejo que te mueras
aún apuras el último aliento
por si fueran a sacar un pastel.
Todos envidian a las otras mesas
imaginando que ya les llegó el turno
Sólo unos pocos se van
hartos de estar esperando
Suicidas los llaman.
Y de vez en cuando alguien se muere
o se cambia de plano
y viene a despedirse en susurros
astrales con nocturnidad.
A veces los oigo,
aunque pocas veces los entiendo
y por aquí se quedan
sin etiquetas especiales
para poderlos buscar.
- ¡Eso es pura idiotez! -exclamó-. La muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que sientas, como siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto de ser aniquilado, vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te dirá que te equivocas; que nada importa en realidad más que su toque. Tu muerte te dirá: “Todavía no te he tocado.”
Viaje a Ixtlan. Carlos Castaneda
y por aquí se quedan
sin etiquetas especiales
para poderlos buscar.
- ¡Eso es pura idiotez! -exclamó-. La muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que sientas, como siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto de ser aniquilado, vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te dirá que te equivocas; que nada importa en realidad más que su toque. Tu muerte te dirá: “Todavía no te he tocado.”
Viaje a Ixtlan. Carlos Castaneda
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