Parecía un test rutinario. Permanecían en fila india esperando el turno, por lo demás la espera les era llevadera.
Ya llevaban casi 2 meses de servicio militar obligatorio, no eran veteranos, pero podían moverse con fluidez en el ámbito de órdenes y cumplimientos. Cuando le tocó el turno, se acercó, el sargento, un cuarentón con bigote y gafas de pocas dioptrías, levantó la cabeza un mili-segundo, mientras le decía:
.- Siéntese
Se sentó con la inocencia de quien nada teme, y el sargento comenzó con con la retahíla de preguntas que habían escuchado uno tras otro a todos los anteriores y fue respondiendo como los demás, nombre, nacimiento, ocupación........ Hasta aquí, todo normal, pero el sargento ya empezaba a estar un poco habituado a la respuesta que todos los reclutas, le habían dado en la última pregunta:
.- ¿Cuál es tu mayor deseo en esta vida?
Todos sus compañeros habían repetido la misma respuesta, "acabar la mili", en una especie de socarrona rebeldía, que alguien dijo al principio y que todos los demás iban repitiendo como si protestaran por aquel tiempo de obligada pertenencia al ejercito. Sin embargo, él le respondió.:
.- Dominar la mente.
Sea por lo chocante de la respuesta, o por que ya esperaba el estribillo de "acabar la mili", el sargento paralizó el bolígrafo encima del papel, y quedó pensativo un instante sin levantar la vista de sus propias manos, luego, llevo su dedo indice a la oreja izquierda, se rascó un poco, y levantando su mirada con total parsimonia, le dijo:
.- ¿Dominar la mente? ¿Quieres que escriba eso?
Asintió. Lo miraba a los ojos. Eran ojos de obedecer, cumplir órdenes, no cuestionar lo que la razón le negaba. Eran ojos de haber perdido toda esperanza, o peor aún, de nunca haberse planteado esa pregunta.
Aquel atisbo de nuevo reto, fue fugaz. El oficial, volvió a bajar la cabeza.
Su vista se fijó en las letras azules que iban surgiendo del desplazamiento del bolígrafo sobre su cuestionario: dominar la mente y luego dijo.
.- El siguiente
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