Ayer, se celebro el día de la primavera, con un recital de varios grupos poéticos de Valencia y Castellón en la Casa de la Cultura de Castellón.
Esta fue mi aportación, aportación aplaudida, y hasta incluso comprendida por algunos, por todos no.
Redondea una antigua entrada sobre la secta de los ombliguistas, y quizá forme parte en caso de que haya una segunda edición corregida y aumentada, que no tiene pintas, pero es cosa del escribir, según en que círculo pintes o no.
Qué ombligo más bonito.
Mis aplausos son sinceros,
lo que busco es ser
aplaudido.
¡Me has llegado al alma!
¡Ay, como me he reído!
¡Que arte, que genio, que
artista!
¡El mejor, sin duda has sido!
¡Ay, que ombligo más bonito!
El mío, el mío, el mío.
Y no, no es que me repito
cual un eco poético
campestre,
es que soy yo, soy yo mismo.
Voy a hablaros de Dios
humilde, discreto y tierno.
Como Dios no tiene ombligo
y mirárselo no se puede,
que venga y mire el mío,
¡Qué precioso! ¡Ay qué
bonito!
Dios quiere ser el espejo
de mis palabras, mis escritos
y caminar sobre las aguas,
resucitar a los muertos
y otras cosas que no me
acuerdo
ni me las veo en el ombligo.
Porque yo soy poeto
hago rimas y canciones,
serventesios, salutaciones
y hasta algún soneto.
Yo soy puro, os lo prometo
mi alma tiene inclinaciones
sin ovarios ni cojones
en el saco en que la meto.
Que hoy viene la primavera
y vamos todos a esperarla,
la flor y nata de Castellón.
Los unos por aplaudir a la
vera,
los otros a reír o llorarla
y todos bailando al mismo son.
Ay, qué bonito que es mi ombligo!
A Dios pongo, por testigo.
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